
Sombras, luces, retratos y lienzos. El arte dio un rumbo
nuevo a la vida de Emiliano García Biagosch. El juego creativo del dibujo y la
pintura vinculada al rock, el arte abstracto, el deporte y los amigos fue el
renacer de este joven abogado que, tras los sinsabores que le produjo un
Accidente Cerebro Vascular (ACV), pudo encarar un futuro apuntalado por el
cariño de los suyos y el desafío por emprender nuevos caminos.
Emiliano hoy tiene 35 años. Es egresado del Instituto JIM,
estudió abogacía y se dedicó al derecho durante ocho intensos años. Sintió la
pasión del rugby desde chico hasta finalizada su adolescencia. Una juventud
marcada por las estructuras y los conflictos. Vivía, así lo manifiesta, en una
burbuja en la que no sentía pertenecer.
Detrás de este incipiente oficio, que ya deleitó a los
tucumanos en muestras como el Arte Abasto; Tafiarte; en “La Noche de las Letras
y los Sabores”, celebrada en la peatonal Mendoza; y durante los festejos del
Bicentenario, Emiliano lucha para recuperarse y, a la vez, crear una
alternativa a su vieja profesión, guiándose por la cultura para hacer su legado.
“Comencé la
carrera de Derecho a los 18 años, sin saber muy bien qué iba a hacer. Sabía que
tenía facilidad para la historia y para la cívica”, recuerda Emiliano, que
proviene de una familia de letrados.
A pesar de
que tenía facilidad para estudiar, no se sentía cómodo con la elección de su
carrera. Viajó a España, donde unos meses y conoció nuevos oficios. “Fui a
Madrid sin plata y allí me di cuenta que podía ser de otra manera... Recién, en
ese momento, empecé a conocerme”, expresó.
A su
regreso, culminó Abogacía y ejerció varios años. “Comencé con causas
previsionales de jubilados ferroviarios. No sabía nada del ejercicio del
derecho, sólo conocía lo que había leído porque tenía facilidad para estudiar.
Hice cursos en Buenos Aires. Tenía muchos clientes”, dijo.
Con el
tiempo, se sintió contrariado con la profesión y cuestionó “la filosofía de lo
que es la ley y la justicia. No encajaba. Sabía que no me gustaba” y dijo que
no le hacía bien mediar con el sufrimiento de sus clientes, al no poder brindar
siempre soluciones.
Así
entonces, hizo cursos de canto y teatro. Asistió al primer grupo de
Payamédicos, coordinado por una actriz venezolana que dio un curso en el Centro
Cultural Virla de la Universidad Nacional de Tucumán.
Luego,
integró el grupo Payasana, que hacía intervenciones solidarias en centros de
salud públicos: “Fuimos varios años al Hospital Avellaneda por idea de mi
abuela, Marta Biagosch (qpd), quen fundó la Cooperadora del Hospital”.
Emiliano
sostuvo que a las criaturas hay que hacerles conocer por lo menos dos cosas
opuestas: “Para que puedan decidir a dónde ir”. “A mí me metieron en el rugby a
los cinco años, hice muchos amigos, pero como no era buen jugador, no encajaba
y no tenía identidad ahí dentro, comencé a hacer cagadas, pelear y tuve
accidentes automovilísticos. También estudié derecho, que era para mí la misma
capsula. En ninguna de las dos encajaba, ni me era fácil. La vida hizo que
hiciera mil macanas”, dijo Emiliano que no supo, en ese momento, desarrollarse
de otra manera.
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Fanático de
las bandas de rock and roll. Conoció los placeres de ‘la noche’ y, también, sus
sinsabores: los excesos. “Me alejé del
estudio jurídico y puse un boliche en Tafí del Valle, Club Entre Ríos. Hicimos
recitales de rock llenos de público. Vivía de la noche… Comencé con los eventos
en los que recibía a la gente de otra manera, en momentos felices”.
En este
contexto, vivió situaciones extraordinarias, incluidos accidentes con riesgo de
muerte. Sufrió un ACV a pocos meses de ser papá, mientras jugaba al
fútbol. El daño neurológico fue causado por el consumo de cocaína y suplementos
dietarios deportivos. Una conjugación letal que lo dejó 15 días en terapia
intensiva y que le cambió para siempre la vida.
“Tuve un aneurisma. A los 32
años perdí parte de mi memoria. Me explotó una arteria en el bocho porque
consumía cocaína y Animal Pack, y perdí la memoria de corto plazo. Cuando nació
mi hijo no podía laburar. No recordaba mi profesión. Tuve mucha suerte por
seguir vivo, no tener daños físicos y pocos daños cerebrales. De 100 ACV, uno
zafa”, reflexionó.
Y continuó:
“Lo único que podía hacer era pintar. Pinté en las paredes y en lámparas,
dibujaba todo lo que me venía a la cabeza. Fue una forma de comunicar y
expresarme”, dijo Emiliano que, a pesar de que no podía hablar, por la lesión
neurológica que sufrió, se dio impulso trabajando como vendedor de publicidad
en Radio Fish, en la Feria Arte Abasto y en nuestra guía de profesionales,
Abogados Tucumán, entre otras labores.
***
Ante la
adversidad, decidió cambiar y se refugió en las artes plásticas, en sus padres,
hermanos y amigos. Dibujó imágenes tridimensionales en la habitación de su
hijo. El cariño por el pequeño lo impulsó a superarse, recuperó el habla; y
dedicó esfuerzo en recuperar el tiempo perdido y los recuerdos a través de la
magia de los pinceles y los lápices; las luces y las sombras.
“Mientras
trabajaba en el Arte Abasto vi la cultura de otra manera. Si bien siempre me gustó
el dibujo, al charlar con los artistas, me interesé por la pintura. Le mostré
mis dibujos a una gran pintora, Inés Fagalde, que me enseñó en su estudio más
de cuatro horas por día. Aprendí a usar el lienzo. Conocí la técnica de las
sombras, la pintura con relieve y me animé a hacer retratos”, contó el joven.
Pintó a los
integrantes de Soda Stereo en su último recital. Retrató a Gustavo Ceratti, Alberto
Spinetta y Charly García. Al Indio Solari y al trovador andaluz, Joaquín
Sabina; a sus amigos de La Vela Puerca, Divididos y Las Pelotas, a quienes
entregó uno de sus cuadros en un recital celebrado en el Club Central Córdoba.
Inclusive, dedicó una obra al rugbista tucumano Cachorro Sánchez, entre otros.
“Me gusta
el tango y el rock and roll. Intenté cantar pero como desafino un poco, a pesar
de que tengo buena voz, preferí dibujar rock”, contó.
La
invención y los experimentos creativos son una brújula que lo guían a seguir
vivo: “Para mí, el arte te hace inmortal. Es una forma de dejar un legado a la
gente. El arte es la única manera de que uno no muera. Eso me empuja a salir
adelante. En el mundo y en la vida de cualquier persona hay que valorar el
tiempo. Hoy disfruto de mi hijo. Dejé el derecho y muchas otras cosas. Hoy
elijo mi tiempo”.
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*Nota escrita por Rafael Garbero para Abogados Tucumán
Fuente: Rafael Garbero para Abogados Tucumán